IS THE GOOD THING
jueves, 10 de marzo de 2011
Enter The Void


Gaspar Noé vuelve a demostrar más allá de su gran capacidad como director, su sensibilidad y audaz estilo para contar historias crudas y bellas a la vez. Historias con las que curiosamente han hecho mayor empatía las audiencias jóvenes que las generaciones mayores.

"Enter the Void" (2010) es el tercer largometraje de este director francés, le precedieron “I Stand Alone” (1998) e "Irreversible" (2002). Y a pesar de que la historia y el proceso tanto creativo como de producción de Enter the Void comenzaron hace más de una década, llega a nuestro país hasta éste 2011.

Oscar (Nathaniel Brown) es un chico aparentemente estadounidense que vive en Tokio ganándose la vida como “drug dealer”. Sus padres murieron en un accidente de auto cuando él y su hermana menor Linda (Paz de la Huerta) eran niños. Al quedar al cuidado de sus abuelos, son separados aunque permanecen estrechamente unidos por un laso afectivo que los hace, en su inocencia, prometer no separarse jamás. Por lo que Oscar guarda el dinero de la venta de drogas para poder traer a su hermana a vivir con él a Tokio.

Alex (Cyril Roy), un joven pintor también extranjero en Tokio, parece ser el amigo más allegado a Oscar y constantemente lo anima a salir del negocio de las drogas y a alejarse de las adicciones más no de la sabiduría que, según él, traen el conocimiento de un libro llamado “The Tibetan Book of the Death” y el uso “inteligente” de ciertas drogas.

Ya en Tokio, Linda encuentra un trabajo como striper y comienza un amorío con su empleador Mario. Las cosas se complican cuando Víctor (Olly Alexander), un cliente frecuente de Oscar, lo delata con la policía luego de enterarse que éste se está acostando con su madre. Oscar muere luego de que un policía le dispara al oponerse a su arresto en un bar llamado “The Void”. Su espíritu comienza entonces un viaje espacio/temporal que lo lleva entre el pasado y el presente, desde los recuerdos mas significativos de su niñez, hasta las situaciones posteriores a su muerte. Donde finalmente parece tener la capacidad de decidir su siguiente estado de vida.

Si bien esta no es toda la historia, hay mucho más de fondo en la película, partiendo de la idea de que Gaspar Noé hace todo menos dirigir y montar de una manera convencional. Desde los créditos al inicio de la película se nos avisa de la experiencia sensorial que nos espera.

Resaltando primeramente el uso de la cámara y su posición, vemos la mayor parte del tiempo todo desde la perspectiva de los ojos de Oscar y, cuando éste muere, desde el punto en el que su espíritu se encuentre; teniendo la capacidad de desplazarse entre los muros y por el aire como un ente “libre” en su totalidad, tanto en desplazamiento como en vivencias, recuerdos y hasta siendo capaz de introducirse en los demás. Siempre invisible. El director decidió utilizar en parte este estilo después del impacto que causó en él haber visto “Lady in the Lake” (1946) y más recientemente “Strange Days” (1995); cintas que lo inspiraron a utilizar el recurso de la cámara en primera persona pero en situaciones nada comunes, como el uso de sustancias alucinógenas por parte del protagonista, cosa que no recuerdo haber visto en otra película antes con tal detalle e importancia.

Probablemente este es uno de los puntos más favorables de la cinta.

A pesar de que la historia misma no entra en tantos detalles o congruencias, nos pareciera suficiente con lo que nuestros ojos ven, primeramente extrañados pero paulatinamente adentrados en un singular agasajo visual. Destacan los efectos visuales durante las alucinaciones de Oscar, que corrieron a cargo de la prestigiada compañía francesa BUF (Matrix Revolutions, Avatar, The Dark Knight).

Estos efectos visuales tienen como base las alucinaciones mismas que Gaspar Noé experimentó al consumir DMT, un químico presente en la Ayahuasca, una plata que probó en la selva peruana en un viaje años atrás. Así como el principio del “vortex” y fractales que bien encajaban con la descripción que el director daba a los encargados de hacer los efectos.

Parece ser que tanto tiempo de gestación de la película dieron un gran resultado, siendo principalmente atractiva para aquellos que anteriormente han experimentado con alucinógenos o se han adentrado por lo menos un poco en la filosofía budista.

Gaspar Noé cita a Fassbinder mencionando que “para que una película sea verdaderamente buena debe contener semen, sangre y lagrimas”. Enter The Void contiene todo eso y muy gráfico, inclusive tal vez más de lo que el mismo Fassbinder se atrevió a mostrar en su tiempo. Pero en ningún momento nos sentimos ni ligeramente incómodos por las escenas que nuestros padres tacharían de exageradamente fuertes, irreales o inmorales, tampoco siquiera parecen tediosas las casi dos horas y media que dura la película. Es precisamente ahí donde descansa parte del discurso de la película y la sensibilidad de Gaspar Noé. Las nuevas generaciones desarrollan un pensamiento y cuestionamiento del entorno como nunca en la antigüedad. La capacidad de juicio de los jóvenes de hoy parece estar despertando a la posibilidad de apreciar la realidad con otros ojos e intenciones. Encontrando una identidad mayormente en una vida libre y sin opresiones, en el amor y la sincera amistad. Un ideal como el que parece mover a Oscar y que no es del todo nuevo.

Enter The Void es entonces una historia sobre la batalla que la juventud libra todos los días contra una realidad llena de contradicciones y dolor, así como el mágico misterio que nos significa la muerte y la posibilidad de salir del “vacío” de esta vida a algo mejor.